¿Por qué tu pediatra apaga la luz y le revisa a tu hijo los ojos con esa lámpara?


Miguel Maza López

Pediatra

El retinoblastoma es una neoplasia maligna congénita; es decir, un cáncer ocular que existe desde el nacimiento pero que casi nunca se diagnostica oportunamente.  Afecta las células de la retina y puede diseminarse principalmente al cerebro y a otras partes.  Este tipo de cáncer es conocido por la medicina desde 1597, y ha sido ampliamente estudiado como modelo de cáncer hereditario, aunque en la mayoría de los casos no se puede determinar el origen.  


Este es uno de los principales tipos de cáncer en la infancia después de la leucemia; y como tal es una enfermedad mortal.

Su edad de presentación varía desde los primeros días de vida hasta los cinco años, y en México la edad media de su diagnóstico es a los dos años y medio.
La buena noticia es que el diagnóstico de este tipo de cáncer es clínico, siendo el principal signo la leucocoria (pupila blanca o signo del “reflejo de ojo de gato”) que en ocasiones puede ser referido por los familiares del paciente (a veces al ver alguna foto que se le tomo al niño en un ambiente obscuro). La búsqueda de este signo debe formar parte de la exploración de rutina en las consultas de control pediátrico en los menores de 5 años de edad.


Si se detecta a tiempo este tipo de cáncer, se puede salvar la vida, e incluso la vista del niño afectado. En palabras del Dr. Carlos Leal, Oncólogo Pediatra del Instituto Nacional de Pediatría y coordinador del Grupo Mexicano de Retinoblastoma:  “Es un tumor que se diagnostica con una lámpara y que se salva en todos los casos en estadios tempranos”.
Para mayor información les dejo esta entrevista con el Dr. Leal:


No lo olvides, la próxima vez que acudas con tu pediatra o médico de primer contacto, pídele que revise los ojos de tu hijo... ¡y pasa la voz!



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Con información tomada de: 
Carlos Leal Leal. “Informe de la primera reunión del Grupo Mexicano de Retinoblastoma”, Acta Pediatr Mex 2003;24(5):332-5
Carlos Leal Leal. “Retinoblastoma”, Hemato Oncología Pediátrica. Principios Generales. Roberto Rivera Luna. ETM. 2006

Deshidratación en Niños

Miguel Maza López
Pediatra
Se llama deshidratación a la pérdida excesiva de líquido del cuerpo. Si tu hijo está deshidratado, eso significa que no tiene el líquido suficiente que necesita para llevar a cabo todas sus funciones vitales.

El agua es el principal componente de nuestro cuerpo. Es tan importante, que en un recién nacido el 80% de su composición corporal es agua, en un lactante de 6 meses aproximadamente el 70% y en un adulto el 60%.

Los bebés y los niños pequeños se deshidratan mas fácilmente que los adultos; y un niño se puede deshidratar ya sea por una baja ingesta de líquidos o por una pérdida excesiva de los mismos, por ejemplo en caso de vómitos, diarrea o fiebre. La deshidratación en niños enfermos a menudo es una combinación tanto de la baja ingesta, así como la pérdida de líquidos.

La deshidratación puede ser leve y fácil de corregir; o severa, de tal forma que ponga en riesgo la vida de tu hijo. La deshidratación en niños menores de cinco años puede ser una verdadera urgencia que ponga en riesgo su vida, por lo que como padres de familia debemos saber prevenirla, reconocerla y actuar ante su presencia.

¿Cómo puedo saber si mi hijo está deshidratado?


Cualquiera de estas señales puede indicar que tu hijo está deshidratado o se está deshidratando:
• Llanto con pocas lágrimas.
• Ojos hundidos.
• Tiene orina de color amarillo oscuro en el pañal y que huele más fuerte de lo normal.
• Está aletargado y sin energía.
• Tiene la boca y los labios secos; así como saliva espesa.
• Si es un bebé, la fontanela (el espacio suave de su cabeza donde los huesos no se han unido por completo) se ve o siente hundida.


Señales de que un niño puede estar gravemente deshidratado:

• No le salen lágrimas cuando llora.
• Pasa más de seis horas sin mojar el pañal.
• Las manos y pies se sienten fríos y parecen tener manchas.
• Pérdida del conocimiento, esta como desmayado y  no lo puedes despertar.




¿Qué debo hacer si mi hijo se deshidrata?

 

Ante la menor sospecha o seña de deshidratación aumenta la ingesta de liquidos y acude con tu pediatra.  Los bebés y los niños pequeños pueden deshidratarse peligrosamente rápido, así que tu pediatra querrá revisarlo para descartar alguna complicación o riesgo. En caso de cursar con deshidratación leve, además del tratamiento para la causa de la deshidratación, tu pediatra te indicara una solución de rehidratación oral (Vida Suero Oral, Pedialyte®, Electrolit®, etc.) en caso de que tenga la ingesta conservada. En caso de cursar con deshidratación que no pueda corregirse por vía oral (en la menor de las ocasiones)  un niño puede necesitar manejo con líquidos intravenosos.

Si crees que tu hijo presenta alguna de las señales de deshidratación grave mencionadas, busca atención médica de inmediato, ya que su vida puede estar en peligro.

Las soluciones de rehidratación oral están formuladas especialmente para restituir las pérdidas de líquidos y sales en estos casos; y se consiguen de forma gratuita en centros de salud o se venden en las farmacias. No sustituyas estos líquidos por bebidas deportivas comerciales. Aunque éstas contienen electrolitos, tienen una concentración de azúcar superior a la de los líquidos electrolíticos hechos especialmente para rehidratar a los niños. 


Además de la solución de hidratación ofrece abundantes liquidos a tu hij@ evitando dar bebidas azucaradas, jugos o refrescos, ya que la alta concentración de azucar en estas bebidas produce mas diarrea por su alta osmolaridad.

No a todos los niños les gusta el sabor de los líquidos electrolíticos, así que si tu hijo se niega a beberlos, pregúntale a tu pediatra si puede recomendarte una alternativa. 

Continúa ofreciendo leche materna a tu hijo y ofrécela con mayor frecuencia; incluso si no bebe la solución de rehidratación oral la leche materna en cantidad adecuada lo puede hidratar igual o mejor.

Si tu hijo es alimentado con fórmula (leche maternizada) continúa ofreciendola y pregunta a tu pediatra si es necesario realizar algún cambio en el tipo de fórmula. No existe fórmula alguna que sea mejor a la leche materna.

 

¿Cómo puedo prevenir la deshidratación?


Para prevenir la deshidratación, es importante asegurarte de que tu hijo beba muchos líquidos, especialmente en los días muy calurosos y cuando esté enfermo.

Si tu bebé, tiene menos de seis meses, sigue dándole leche materna o de fórmula a libre demanda. En niños mayores de 6 meses puedes complementar con un poco de agua. Algunos pediatras permiten a las madres dar a sus hijos agua a partir de los 4 meses sin embargo no debes ofrecerle más de 3 onzas en 24 horas hasta que comience a comer alimentos sólidos. 


En recién nacidos y lactantes deshidratados puede resultar peligroso dar demasiada agua, “tés” o infusiones; ya que esto no repone las sales minerales (sodio, potasio y cloro) que pierden los niños en la deshidratación y  en exceso pueden provocar complicaciones serias como crisis convulsivas.


¿Cuándo es más fácil que se deshidrate mi hijo?

Algunas circunstancias en las que debes estar alerta por riesgo de deshidratación son las siguientes:

Fiebre. Ofrécele muchos líquidos siempre que tenga fiebre. Si tiene dificultad para tragar, tu pediatra te indicará si es necesario algún medicamento para el dolor o la inflamación.

Sobrecalentamiento. Demasiada actividad en un día caluroso o el solo hecho de estar sentado en una sala cerrada con aire viciado y sofocante puede aumentar la sudoración y pérdida de líquidos. Dale a tu hijo más líquidos que de costumbre cuando haga calor.

Gastroenteritis. Si tu hijo tiene una enfermedad intestinal, puede perder líquidos en forma de diarrea y/o vómito. No le des jugos de frutas, que pueden empeorar la situación, y no le des medicamentos antidiarreicos de venta sin receta. Simplemente aliéntalo a beber más leche materna (o en su defécto fórmula) de la que bebe normalmente y complementa con otros líquidos si tiene 6 meses o más.Cuando un niño cursa con diarrea se recomienda la ingesta de una solución con electrolitos.
  La manera habitual de administrar las soluciones de hidratación oral en diarrea sin deshidratación, independientemente de la marca, es dar en menores de un año media taza (75 mililitros o 2½  onzas) y en mayores de un año una taza (150 mililitros o 5 onzas), después de cada evacuación líquida y además ofrecerla a libre demanda durante todo el día. Si consideras que tu hijo tiene signos de deshidratación o tienes duda, consulta a tu pediatra.

Vómito. Los virus y las infecciones intestinales pueden causar vómitos. Si tu hijo tiene dificultad para mantener líquidos en su estómago, puede deshidratarse con facilidad. Intenta darle cantidades muy pequeñas de líquido con gotero o a cucharaditas muy despacio, con frecuencia.  En caso de que continúe vomitando, avisa a tu pediatra.

Se niega a beber. Un dolor de garganta u otro malestar, pueden causar tanto dolor que los niños a veces dejan de beber. En caso necesario tu pediatra te indicará algún medicamento para el dolor o la inflamación. Los líquidos fríos pueden calmarle el dolor, pero no le des jugos de cítricos como naranja, porque le escocerán el  tejido irritado de la garganta.

Datos de Alarma

Se debe buscar atención médica de inmediato si un niño presenta cualquiera de los siguientes síntomas, la vida de un niño con estos datos puede estar en riesgo:

  • Ausencia de producción de lágrimas.
  • Ojos hundidos.
  • Ausencia o poca producción de orina.
  • Piel reseca que regresa a su posición lentamente al pinzarla en un pliegue.
  • Resequedad en la boca y en los ojos.
  • Fontanelas hundidas en la cabeza de un bebé.
  • Latidos cardíacos rápidos.
  • Sangre en las heces o en el vómito.
  • Diarrea o vómito en bebés menores de dos meses de edad.
  • Desgano o inactividad.

Igualmente, debes de consultar a tu pediatra si no estás seguro de si estás hidratando adecuadamente a tu hijo.


El rápido reconocimiento y tratamiento de la deshidratación suele producir buenos resultados. Recuerda que tú puedes prevenirla y cuentas con el apoyo de tu pediatra para mantener la salud de tus hijos.



El Cólico del Lactante

Hasta hace unas semanas tu recién nacido era un dormilón que lloraba de vez en cuando y ahora de pronto tu bebé se pasa varias horas llorando cada tarde, y su llanto te está agotando hasta tal punto que tienes ganas de ponerte a llorar con él. ¿Qué le puede estar ocurriendo a tu hijo?




Es normal que un bebé llore en determinadas situaciones: porque tenga hambre o sed, incomodidad por calor, frío o el pañal mojado, ruido ambiental o, simplemente, como forma de reclamar atención o contacto de sus padres; en esos casos el bebé se tranquiliza si se satisfacen sus demandas. Cuando un bebé que por lo demás está sano llora durante más de tres horas cada día más de tres días a la semana y al menos por tres semanas; se trata de un trastorno conocido como cólico del lactante, que es completamente normal y que, a la larga, acaba remitiendo espontáneamente (es decir, con tratamiento, sin tratamiento o a pesar del tratamiento).

Las manifestaciones clínicas del cólico son características: la crisis suele comenzar de forma repentina; el niño llora fuerte y de manera mas o menos continua; los episodios pueden durar varias horas; la cara puede presentarse enrojecida o con palidez alrededor de la boca; el abdomen puede presentarse tenso o distendido; las piernas se flexionan sobre el abdomen y las manos pueden estar apretadas. Puede ser que el episodio no termine hasta que el bebé quede exhausto, pero a menudo también produce un alivio aparente el evacuar o expulsar gases.

Se ha estimado que hasta el 40% de todos los lactantes tienen cólicos. Estos suelen iniciarse entre la tercera y la sexta semana de vida y remiten espontáneamente cuando el bebé tiene alrededor de tres meses de edad.

Algunos datos sobre el cólico del lactante que es importante conocer:
  • Los bebés que padecen estos cólicos tienen un reflejo de succión normal y buen apetito, se ven sanos y crecen con normalidad. Acude a tu pediatra si tu bebé parece no tener apetito o disminuye de forma evidente su ingesta.
  • Los bebés que padecen cólico del lactante pueden babear o regurgitar de vez en cuando, pero si tu bebé vomita y está perdiendo peso, consulta a tu pediatra. Vomitar repetidamente no es un síntoma de cólico.
  • Los bebés con cólico del lactante típicamente tienen las heces normales. Si tu bebé presenta diarrea o sangre en las heces, acude a consulta con tu pediatra.

Tratamiento


No existe algún remedio uiversal que se haya demostrado que “cure” el cólico del lactante. Pero hay algunas cosas que tu puedes hacer cuando tu bebé tenga cólicos para que estos resulten más llevaderos para toda la familia. 

 

En primer lugar, si tu bebé no tiene hambre, no insistas en continuar alimentándolo. En lugar de ello, intenta consolarlo, no temas mimar a tu bebé dedicándole demasiada atención.  Te recomiendo que revises las medidas comentadas en la sección del llanto del bebé en este enlace.


En niños alimentados al seno materno, en algunos casos el llanto pudiera ser consecuencia de alergia a las proteínas de la leche de vaca (u otro alimento que toma la madre). En este caso, el pediatra puede indicar a la mamà una dieta de restricción de proteìna de leche de vaca estricta. Si el problema persiste tras un apego adecuado a la restricciòn, puede volver a comer igual que antes.

En los niños alimentados con fórmula, este problema se presenta con mayor frecuencia. Si no puedes dar pecho a tu bebé y este padece cólico, consulta con tu pediatra la mejor forma de evitar el malestar abdominal asociado a la fórmula es no darla nunca.

Por otro lado, existen en el mercado múltiples medicamentos que se venden en el mostrador de las farmacias (sin receta) que se anuncian como inofensivos. La realidad es que ninguno ha demostrado ser mejor que el placebo y algunos de estos medicamentos se absorben a la sangre y pueden intoxicar a tu bebé y causar efectos en el sistema nervioso, o paralizar el intestino. No es recomendable medicar a tu bebé en base a comerciales o consejos.

Otras consideraciones y datos de alarma

Cuidar de un bebé que padece cólicos puede ser sumamente frustrante, de modo que asegúrate de cuidarte tú también. No culpen al bebé ni se culpen a ustedes mismos por los llantos continuos -los cólicos no son culpa de nadie. Intenten relajarse y tomárselo con calma y recuerden que su bebé acabará superando esta fase cuando madure.

Mientras tanto, si necesitas desconectarte de los llantos del bebé, hazlo. Probablemente tus amigos o familiares estarán encantados de cuidar del bebé cuando tu necesites un respiro. Si no puedes contar inmediatamente con la ayuda de otra persona y estás exasperada, no pasa nada por dejar un rato al bebé solo en la cuna con los barandales arriba y tomarte un minuto de respiro antes de intentar consolarlo de nuevo. Si en algún momento tienes la sensación de estarte desesperando al punto que podrías hacerte daño o hacerle daño al bebé, deja al pequeño en su cuna y pide ayuda inmediatamente.

Si tu bebé tiene fiebre igual o superior a 38ºC , llora durante más de tres horas seguidas y no hay forma de consolarlo; si parece no encontrarse bien, tiene diarrea o vómitos persistentes o está menos despierto o alerta que de costumbre, busca atención pediátrica inmediatamente. También debes acudir a consulta si tienes dudas sobre si el bebé está llorando porque padece cólico del lactante o sus llantos son el síntoma de otra enfermedad.